Un murmullo invisible
Las seis de la tarde y se le cerraban los ojos, quizá la suave penumbra de la biblioteca fuese la causante o quizá fuesen aquellos malditos apuntes que debía memorizar.
Allí estaba rodeado de folios, lápices y marcadores de colores.
Solamente el murmullo de las páginas se atrevía con el silencio de aquella vetusta biblioteca cuando algo extraño ocurrió al alzar la vista.
Un par de mesas más allá se encontraba uno de sus compañeros de clase al borde de un ataque de ansiedad.
De pronto escuchó nítidamente una voz que no venía de su alrededor.
“No entiendo nada de este ejercicio, si suspendo otra vez mi madre me mata…”.
Miró a su alrededor y… nadie había hablado.
Probó una vez más, dirigió su vista hacia una chica que leía un grueso libro de historia, y allí estaba otra vez aquella voz clara.
“Si no memorizo la fecha exacta, el profesor me restará puntos. ¿Era 1789 o 1791?”.
Su corazón golpeó su pecho sorprendido. ¿Podía escuchar lo que pensaban?
No entendía cómo pero cada vez que miraba a alguien su mente parecía abrirse como un libro para él.
Aquel hallazgo le embriagaba y asustaba a partes iguales.
¿Qué era aquello? ¿Un don, una maldición?
Intentaba asimilarlo cuando escuchó que alguien llegaba, era Clara, la misma que se sentaba al otro lado de la clase y a la que llevaba meses observando en silencio.
El cabello recogido en un moño pulcramente desordenado y aquella sonrisa que lo había seducido desde que comenzó el curso.
Sintió un inusual cosquilleo recorriendo su pie.
En su interior ardía en deseos de usar aquel nuevo “poder”, escuchar sus pensamientos, descubrir si alguna vez había reparado en él.
Pero su yo más prudente se resistía a invadir aquel terreno sagrado, el misterio de sus sentimientos.
El silencio de la biblioteca le oprimía y finalmente cerró los ojos y dejó que su atención se dirigiera hacia ella.
Ardía en su interior aquella pregunta como un secreto a punto de revelarse.
¿Estaba a punto de robar un pensamiento… o de descubrir el suyo propio reflejado en ella?