Has estado allí
Nuestra vida, cargada de incertidumbres, dolores y frustraciones consigue en algunos momentos empujar –incluso a aquellos que se creen más fuertes– a rozar sus límites emocionales.
¿Quién no se ha encontrado en ese trance alguna vez?
Todos podemos llegar a cuestionarnos el sentido de nuestra propia existencia al sentirnos desbordados.
Ese “estar al borde” no siempre se traduce en una acción concreta, casi siempre no es más que un pensamiento fugaz, un anhelo de hacerse invisible, un deseo de descanso, de desconexión ante una losa imposible de soportar.
Y para este trance no hay distingos, da igual la clase social, la edad, la educación, todos podemos encontrarnos en algún momento determinado en ese umbral oscuro.
El sufrimiento no suele dejarse ver en sociedad, sonríe quien está roto por dentro, no duermes en días y soportas tu puesto de trabajo, ayudas a otros sin saber muy bien como ayudarte a ti mismo.
Nunca sabemos que batallas está librando esa persona con la que te cruzas a diario, o esporádicamente, por eso cobra relevancia un saludo amable, una sonrisa,… empatía.
Hablar los momentos, reconocerlos y compartirlos es un paso, un primer paso.
Muchas personas han estado –hemos estado– allí, justo al borde, a centímetros de una realidad irreparable y siempre –casi siempre– ha aparecido una nueva puerta que nos ha conducido a la salida.
Nuestra vida puede cambiar de formas impredecibles y lo que hoy se nos antoja insoportable, mañana se convierte apenas en un lejano recuerdo.
Seamos conscientes que detrás de cada historia hay una lucha que merece ser reconocida y que incluso en esos momentos más oscuros siempre se vislumbra a lo lejos una mínima luz.
Una luz quizás tenue, pero siempre presente.
Tal vez la voz de alguien sea esa luz que en un susurro nos asegura, “yo también estuve allí y sobreviví”.