Su sonrisa, sus ojos

Hay sonrisas que simplemente existen, están ahí, te las encuentras paseando por la calle, a tu lado en la cola del supermercado o en la terminal de cualquier aeropuerto.

Y hay sonrisas que habitan su íntimo espacio como si pertenecieran a una dimensión más suave del tiempo.

La suya es de estas últimas, no solamente se dibuja en sus labios, sino que se enciende desde sus ojos y pareciera que su alma ha tomado la decisión de asomarse para decirnos, “estoy bien”.

Son como un rincón tranquilo –sus ojos– de un verde claro cuasi líquido.

No miran, observan, sostienen, acarician.

Tienen la hermosa virtud de reflejar lo que ocurre en su interior sin perder nunca la calma, el equilibrio que se balancea entre la transparencia y el misterio.

A veces, cuando no habla, lo hacen sus ojos en su lugar y en un hermoso susurro verde nos dice “aquí estoy”, “te veo” sin que palabra alguna deba ser articulada.

Hay una historia tras esa mirada.

No estamos ante una mirada ingenua, esa mirada ha visto, ha vivido, ha aprendido a proteger y a protegerse.

Como la bruma que se enciende con el roce de la mañana en las montañas, así sigue brillando.

Después de tanto sufrimiento, sigue brillando.

Es una sonrisa cálida, verdadera, –tímida cuando me la cruzo– pero siempre abierta como una gran ventana al sol.

Cada sonrisa suya puede alinear el mundo, disolver el ruido y opacar al mismísimo sol.

Esa conjugación, esos ojos, esa sonrisa desembocan en una armonía imposible de ignorar.

Sin realmente conocerla puedes sentir su cercanía, basta un cruce de miradas con esa suave sonrisa y uno ya no es el mismo.

Hay algo en esa manera, en como te mira, en como te sonríe, que cura, que parece decirte –aún sin conocerte– “te entiendo”.

Sin saberlo, ella tiene el don de transformar los días ajenos.

Camina por la vida consciente de que con solo mirar y sonreír puede reconstruir lo que hay roto en aquellos con los que se cruza.

Y lo hace sin el más mínimo esfuerzo , como quien respira, como quien ama sin darse cuenta.

Esos ojos verde claro –casi líquidos– en los que asoma la dulzura de la miel.

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