Amar sin poder amar

El amor llega —casi siempre— como un susurro no solicitado, como aquella brisa que descubre las rendijas del alma y acaba por inundarlo todo.

Nos sorprende, nos despierta y revive,… pero —a veces— esa brisa trae un mensaje al que hacemos caso omiso,… “es amor no puede ser”.

Amas con tu corazón lleno, con tu mirada de fuego, con ese deseo de entregar todo tu ser, y aun así esa brisa te lo deja claro, no puedes.

El tiempo, la distancia o cualquier otra circunstancia nos conduce a una de esas paradojas más dolorosas y al mismo tiempo más hermosas que nos tocará vivir; amar sin poder amar.

Un amor que no conocerá un íntimo abrazo pero que se afianza en nuestro interior con fuerza indomable.

Un amor que no busca recompensa y que existe sin ser correspondido.

Un amor que arde en silencio —a veces disfrazado de amistad— escondido en palabras no pronunciadas y en temblorosos gestos temerosos de ser descubiertos.

Un amor de lejanía que extiende su alma hacia ese horizonte inalcanzable.

Que observa cómo esa persona amada sigue adelante, como ríe, respira,… y verla feliz también nos hace felices aún sin estar incluidos en esa felicidad.

Un amor sin egoísmo, con ternura, con gratitud por haber podido sentir algo tan profundo.

Un amor silencioso, con la voz quebrada y el corazón dentro de una cárcel invisible.

Aun sabiendo que no podemos, que no debemos, no existe manera de apagar los sentimientos.

El amor —esos amores— tienen memoria, regresan en una canción, un aroma, un contacto fortuito o en una palabra apenas pronunciada, apenas susurrada.

Amar sin poder amar es un acto de valentía, has de mirar de frente al deseo y aceptar sus límites, eliges el silencio para no herir y la distancia para no destruir.

Amar sin poder amar es decir “te quiero” sin decirlo, es cuidar sin tocar, es acompañar sin estar.

Amar no siempre significa tener,… y en ese imposible se esconde la belleza más triste y más humana del amor.

Anterior
Anterior

El aroma de un verso

Siguiente
Siguiente

Al otro lado