Tan especial

Recuerdo todo eso que te hace tan especial.

Cada detalle que se ha quedado grabado en mí, como si el tiempo se hubiera detenido solamente para dejarme observarte.

Recuerdo esa forma en que tu mirada se suaviza cuando hablas de lo que amas, esa chispa que ilumina tus ojos y que me hace sentir que el mundo —por un instante— vuelve a tener sentido.

Recuerdo la calidez de tu voz, esa melodía que me calma incluso en mis días más grises.

Tu risa —tan sincera— tiene el poder de derribar cualquier muro.

Cuando sonríes, todo a mi alrededor parece recuperar su color.

No hay ruido, no hay prisas, solamente tú, y esa sensación de estar en casa.

Recuerdo cómo tus manos buscan las mías con una naturalidad que asusta y consuela a la vez, como si nuestras pieles se reconocieran de otras vidas.

Eres la suma de momentos que no quiero olvidar, la forma en que pronuncias mi nombre, las pausas cuando el silencio entre nosotros se vuelve cómodo, los gestos pequeños que dicen más que mil palabras.

Recuerdo tu manera de mirar el cielo, como si en él encontraras respuestas que el resto del mundo no puede ver.

Cada recuerdo tuyo es un refugio.

Hay ternura en tus imperfecciones, belleza en tus contradicciones, verdad en cada una de tus dudas.

Eres esa mezcla perfecta de calma y tormenta, de ternura y fuego.

Y mientras la vida avanza, yo sigo guardando cada fragmento de ti, porque en cada uno encuentro una razón para creer que el amor no es un instante, sino una memoria viva.

Recuerdo todo lo que te hace especial, porque al recordarte, me encuentro también a mí, en la versión más pura y más cierta de lo que soy cuando te pienso.

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