Medianoche, en línea
Eran las once de otra noche más, rutinaria.
Su televisión —insistente— imponía su presencia proyectando una vieja película en blanco y negro, pero el móvil —embriagador— iba ganando la partida.
El sofá no le ayudaba a relajarse.
No había nadie al otro lado, cada cual recorriendo su vida sin pararse a mirar atrás, sin percibir que allí a su lado se encontraba él.
— Aquella película de los años cincuenta parecía no acabar nunca.
Al otro lado, su móvil seguía escupiendo retazos de horóscopos enlatados, breves diálogos humorísticos y un sinfín de noticias entremezcladas con ríos de publicidad.
El plan era de los buenos.
Echaba de menos una agradable y profunda conversación —humana— esa rústica manera de compartir sentimientos con aquella persona especial.
— Aquella película seguía su camino y parecía prepararse para la despedida.
Realmente su función era la de hacer ruido, romper el silencio de la estancia dando la sensación de vida.
A aquellas horas nuestros particulares miedos nos encierran frente a esa pantalla impidiéndonos —conscientemente— charlar, compartir qué ha sucedido hoy o —porque no— discutir por cualquier cosa sin importancia.
— Por fin, aquella película se despidió para siempre.
Era el momento de la música, esa que siempre está ahí, dispuesta al rescate de nuestros sentimientos.
Esa que compartimos para —de alguna manera— mostrar nuestros sentimientos cuando nuestras propias palabras no aciertan a expresarlo.
Allí estaban ahora reunidos Drexler, Zenet, Serrat y un par de amigos más charlando sobre cómo vivir, cómo sufrir.
Aquellas melodías —digitales— eran todo cuanto tenía, toda su vida estaba atravesada por ellas, allí se encontraban reflejados sus mejores logros y sus más estrepitosos fracasos.
Era noche de blues, noche de tristes canciones, noche de soledades atrapadas por los miedos y las cautelas, atenazados.
Es sencilla la huida, basta con abrir una aplicación al azar, una de esas en las que solamente se te pide ser espectador.
Ya son más de las doce, otro día se acerca a nosotros con la esperanza de que seamos nosotros los que nos acerquemos.