Sin miedos

Llega sin estruendo, sin promesas desbordadas.

Un breve detalle de la vida

Llega despacio —silenciosamente— como aquella brisa que mece suavemente las hojas al amanecer.

No exige, no arde, no levanta su voz, simplemente está ahí, permanece.

No precisa demostrar, se construye en los pequeños gestos, esa mirada sostenida en el tiempo, ese café compartido hablando en silencio, esa mano que busca la suya con naturalidad como si ese siempre hubiese sido su lugar —un lugar— donde encaja perfectamente.

No verás salvajes tormentas, solamente lluvias suaves —nutrientes—.

Aprendes a ser, —estar— sin poseer, disfrutas del tiempo sin el temor constante a perderlo pues no vives con urgencia sino con gratitud.

Tus conversaciones te acercan, no son batallas de egos.

Nunca volverás a identificar el silencio como vacío, porque ese silencio se volverá hogar, —ese hogar— donde los corazones consiguen descansar, —comprendidos— sin necesidad de explicaciones ni excusas.

No busques dramatismos ni fuegos de artificio, pero lo que sí encontrarás será una chispa constante, tranquila y tibia que nunca conseguirás apagar.

Ese es el amor que te sostiene cuando el mundo se convierte en ruido.

Ese es el amor que no promete eternidades imposibles pero sí presencias verdaderas.

Es el amor en calma, maduro pero no aburrido, tierno pero nunca ingenuo.

Se ha construido sobre profundas raíces aunque veas cómo sus ramas se mueven libres al viento.

Compartirán una nueva sensación, la de amar sin miedo, confiar sin dudar y cuidar sin esperar recompensa.

Y es en esa calma, en ese ritmo sereno donde descubres la más pura esencia del amor, no aquella que quema y bruscamente se extingue, sino la que te abriga, la que perdura, aquella que te hace sentir en paz.

Cuando estuviste aquí…

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