Palabras inútiles

Cuando intento expresar lo que siento, el idioma se constriñe y las palabras se resisten, el idioma se me hace pequeño.

Capri - Italia

Rebusco la manera, la frase ideal y no consigo hallar esa frase —por más bella que parezca— que alcance a tocar la orilla de lo que se rebela en mi interior.

Quizá porque lo tuyo en mí no se puede medir, no se puede explicar, no puede encerrarse en sonidos o letras porque es algo que vibra, respira y crece silenciosamente desbordándose en cada mirada, en cada gesto, en cada instante compartido.

Cuando te pienso, las palabras se desmoronan, —se desvanecen— se vuelven inútiles.

Se convierte en un sentimiento que no puede, —que no debe— ser pronunciado, solamente vivido.

Ese sentimiento acelera mi corazón al escuchar tu voz, me abrasa cuando tus ojos buscan los míos y alimenta mi ser por el simple hecho de saber que existes y que el mundo —mi mundo— tiene sentido porque tú estás en él.

Si pudiera, te lo mostraría con el alma desnuda, sin necesidad de hablar y podrías comprobar cómo tu presencia ilumina mis días, cómo tus risas se graban en mi piel, cómo incluso el silencio —compartido contigo— se reconoce melodía.

No es un conjunto de letras repetidas lo que me une a ti, es un latido que a cada pulso te nombra sin decir nada.

Y aunque mi boca no encuentre la manera exacta de describirlo, es mi corazón el que lo grita a cada segundo.

No hay palabra que baste, ni frase que alcance.

Lo que siento por ti trasciende el lenguaje, porque no se dice… se siente, se entrega, se respira.

Y en cada respiración, en cada pensamiento, estás tú, ocupando todo lo que soy, un te quiero que no alcanza.

Dame una noche de asilo…

Siguiente
Siguiente

Quédate, bailemos la vida