El mar

Ese inmenso espejo donde el cielo se disuelve en el oleaje –el mar– es mucho más que una mezcla de agua y sal.

Es el susurro eterno del mundo, emoción líquida.

A sus pies las almas se desnudan sin temores y sus íntimos pensamientos se tornan espuma.

Hay algo enigmático en ese vaivén que nos evoca el ritmo acompasado del corazón, como si esa lengua de nostalgias y profundos silencios fuese un idioma compartido.

Deleitarse en su contemplación es un maravilloso acto de rendición.

Te sientas frente a él y tu interior se desmorona como si el oleaje te despojase con cada golpe de todos aquellos lastres que no se ven.

En su abismo –en su memoria- atesora los secretos de los hombres y las lágrimas de los siglos.

Cada ola, cada suave onda parece arrastrar un mensaje, un pergamino olvidado por los tiempos, escrito com tinta de sal y deseos.

Por momentos sereno, por momentos furioso, espejo del alma.

Susurros, bramidos, murmullos, el mar habla en un lenguaje que no se entiende con la mente, sino con el cuerpo, con el corazón.

En la oscuridad de la noche, cuando recibe las caricias de la luna, el mar se convierte en un inmenso amante que abraza con melancólica dulzura.

Brilla, pues acoge en su vientre miríadas de estrellas, como si la inmensidad del universo buscara refugio en sus agua donde poder soñar.

Podría llorar sin tristeza bajo ese bordado de luces, tan grande, tan antiguo, tan sabio.

El mar no pregunta, no juzga, solamente te recibe y abraza.

Puedes hablarle sin palabra alguna, contarle todo aquello que no puede decirse en alta voz.

El mar nos enseña, a soltar, a fluir, a regresar.

El mar nos enseña, a no aferrarnos, porque al igual que las mareas –con su cadencia infinita– todo va y todo vuelve.

Nuestras heridas invisibles se curan al roce de su sal y su brisa lava esos pensamientos que tanto nos duelen.

El mar, es el alma abierta de la tierra.

Es la poesía de nuestro mundo en movimiento.

Es abrazo, espejo, abismo y consuelo.

Un lugar donde perderse y encontrarse al mismo tiempo.

Un lugar donde nuestro corazón, por fin, respira en libertad.

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