La música, nuestra música

La música es, –para mí– mucho más que una forma de entretenerme o pasar el tiempo, es una necesidad del alma, un lenguaje universal que me permite sentir, expresar y conectar con lo más profundo de mí mismo.

Me fascina la música, –toda la música– no por lo que representa en términos de género o estilo, sino por lo que provoca en mí, en mi corazón, en mis recuerdos.

¿Sabes que canción es esta?

Cada nota, cada ritmo, cada melodía tiene una mágica capacidad de abrir esas estancias en mi interior que a veces ni siquiera sabía que existían.

Hay días en los que necesito que una canción me abrace suavemente, como una caricia en medio del caos diario.

La música lenta, la voz suave de un cantautor o el susurro de un piano pueden hacerme sentir acompañado en soledad, comprendido.

Algunas veces pareciera que “aquella” canción, “aquella” melodía sabe de antemano cómo me siento, incluso antes de que yo mismo me percate.

Es una magia tan potente como inexplicable, que se manifiesta cuando escuchas esa letra que expresa exactamente lo que no consigues plasmar en palabras, esa armonía que roza esa emoción dormida y que de a poco se sincroniza con tus propios latidos, con tu alma.

Pero hay también otros momentos en los que puedes desear algo que te sacuda, que te obligue a saltar, cantar o bailar, que te arranque de ese profundo letargo que es a veces la rutina y te devuelva a tu vida.

En esos momentos mi refugio es el rock, el pop, el funk, incluso el tan denigrado metal.

No es realmente importante de dónde viene la música o cómo esté hecha, si consigue hacerme sentir algo, si a su paso cierro los ojos y consigo olvidarlo todo por un mínimo segundo, entonces me gusta.

Me conmueve.

Con el paso del tiempo he coleccionado multitud de melodías, las que asocio a personas que ya no están, con hermosos lugares visitados, con momentos vividos intensamente, tanto que parecieran convertirse en sonoros tatuajes impresos en el alma.

Cuando las escuchas vuelves a aquel instante del pasado y puedes distinguir todos sus colores, olores y voces de aquel precioso momento.

A veces transitas las lágrimas, a veces las sonrisas, pero siempre te hacen sentir totalmente vivo.

En una sinfonía puedes encontrar calma y equilibrio, en un rap crudo descubrirás fuerza y rebeldía, en un bolero descubrirás el amor, maltrecho por sus heridas, en ese techno repetitivo disfrutarás trance y escape.

Toda música tiene algo que ofrecer, una chispa, una historia, una emoción.

La música nos permite ser nosotros mismos, sin filtros ni máscaras.

Nos acompaña en los días buenos y –sobre todo–en los malos.

Es consuelo, euforia, espejo.

Me gusta toda la música porque toda, en su diversidad infinita, me recuerda que soy humano, que estoy sintiendo, que estoy aquí.

Y no existe sensación más poderosa.

Siguiente
Siguiente

The Beatles: una historia de amor, revolución y eternidad