Cada día, Robe

Todos los días encuentro un momento, breve a veces, en que consigo cerrar los ojos y dejo que suene su voz dentro de mi, y en ese momento ya no estoy aquí.

Me lleva con él, me arrastra, me rompe por dentro y misteriosamente vuelve a recomponerme.

Es difícil para mi explicar que subyace en su música, pero desde la primera nota me secuestra, me agarra por dentro, como si pudiera descifrar mi interior.

Como si esas palabras, esas melodías hubieran nacido dentro de mis propios silencios.

Es música, si.

Pero es algo más –complicado de transmitir– es ese nudo en mi garganta que arrastras esta última semana y que nadie más ha advertido.

Es esa rabia sin destino, esa ternura temerosa de mostrarse en público.

Es reflejarte –cada día– en tu espejo sin maquillaje, sin mentiras, sin excusas,… desnudo.

Puedes ver tus cicatrices, tus miedos, tus sueños perdidos y aún así sonríes porque él también esta roto y desde ahí te canta.

En sus inicios, allá por,… era más sucio, más salvaje.

Cada acorde Hera un furioso puñetazo a la vida, esa vida que parecía ganarte todas las partidas.

Pero ahí –en esa mezcla– entre la mugre y ese grito desgarrador nos encontramos con la poesía.

Una poesía doliente, que al mismo tiempo conseguía quemarte y acariciarte.

Es difícil, es insólito cantar a la muerte y al deseo, al vacío y a la libertad y conseguir que suene hermoso.

Recuerda “salir”, estás atrapado, quieres escapar pero ¿adonde?

Puedes revisitar “La vereda…” ese lugar, ese punto sin retorno.

Melodías que eran refugio, gritos compartidos en baja voz.

Más tarde reapareció él, más sereno y si se puede, aún más profundo.

Sin armadura, luciendo sus heridas sin rubor, aquello que aletea en nuestras cabezas.

Las Palmas - Noviembre 2024

Porque esto va así, todo eso que nos remueve por dentro y no acertamos a nombrar, es él, –solamente él– quien consigue descifrarlo y nos lo presenta con dulzura, con rabia y siempre con verdad.

Sus últimas melodías no son más suaves, es que duelen distinto.

Duele más el amor que la rabia, duele el silencio, hasta la belleza tiene su propio dolor.

Pero también hay luz, una luz rara –es verdad– no es una luz cegadora, pero disipa esa penumbra que es tu vida lo suficiente como para que no te pierdas del todo.

Y llegó “Mayéutica”, volvimos a lo más hondo, a ese ámbito oscuro donde guardamos lo que no queremos ver.

Y allí lo encontramos, cantándonos desde nuestro interior.

Como si nos conociera.

Como si ahi, reunidos en esa música estuviésemos todos los que nos sentimos al margen, demasiado sensibles, o quizás un poco demasiado vivos.

Esa voz tiene algo inexplicable, ese temblor, ese peso, esa verdad que nos golpea sin previo aviso.

Cada palabra, cada verso que acompaña esa melodía se queda ahí, revoloteando a nuestro alrededor durante días, no se van, porque ya no le pertenece, no se van porque son nuestras.

Escucharle es saber de antemano que te va a doler, es abrir tu herida, es llorar sin tener claro el porqué.

Y al mismo tiempo es reírselas del mundo es abrazarte tu interior, es ver como todo arde a tu alrededor y ver la belleza que esa tragedia encierra.

Aunque todo nos pese, hay poesía en ello.

Aunque estés solo, sabes que hay alguien más que sitio lo mismo y consiguió sobrevivir.

Y en medio de todos los ruidos de la vida, él. Robe.

Aferrado a su guitarra, con su voz herida, sus palabras afiladas y suaves.

No vino a salvarnos de nada. Pero nos acompañó y nos acompaña.

Y eso siempre es más que suficiente.

P.D.: Ahora llega lo importante, estas tres joyas.

Anterior
Anterior

Come Together

Siguiente
Siguiente

I follow the sun