Javier Ledo Javier Ledo

No dejes de soñar

Proyectos, ilusiones, deseos, anhelos y pasiones conforman nuestra vida.

Esa misma vida nos obliga a priorizar, pareciera que en todo momento nos encontramos en una encrucijada en la que de los diferentes caminos que se presentan solo puedes elegir uno.

Y de esta forma nuestras vidas se convierten en un apresurado carrusel de toma de decisiones.

Y esa vida con su lógica implacable nos lleva a darle prioridad a lo urgente sobre lo importante.

Lo urgente, tu estabilidad económica, tu búsqueda de aceptación social o tu miedo al fracaso suelen provocar que abandonemos lo importante, nuestras aspiraciones, nuestros anhelos y en definitiva nuestros sueños.

Nuestras aspiraciones nacen en los rincones más profundos, más íntimos de nuestra alma y en su mayor parte sucumben ante la presión de la realidad, una realidad terca y que no atiende a razones ni sentimientos.

Abandonar un sueño no es solamente renunciar a un objetivo, sino, en cierta manera, a una parte de nosotros mismos.

Los sueños abandonados no desaparecen por completo.

Parecen estar siempre ahí, permaneciendo como sombras en nuestra conciencia, recordándonos lo que pudo haber sido.

Se manifiestan en momentos de introspección, en esas noches de perpetuo insomnio o al contemplar a quienes –a nuestro alrededor– persiguen aquello que nosotros dejamos de intentar.

Su presencia puede ser tanto una carga como un recordatorio de que aún hay tiempo para retomar el camino.

Sin embargo, abandonar un sueño no siempre es sinónimo de derrota.

Hay sueños que evolucionan y cambian de forma, adaptándose a nuevas etapas de la vida, hay sueños compartidos que nos brindan nuevas oportunidades.

Renunciar a un proyecto puede ser, en ocasiones, un acto de madurez, una decisión que refleja la aceptación de nuestras limitaciones o un cambio de prioridades.

Lo importante es no perder la capacidad de soñar, de imaginar posibilidades y de proyectarnos hacia el futuro.

Al final, los sueños abandonados nos enseñan sobre nosotros mismos, sobre nuestras fortalezas, miedos y deseos más profundos.

Son esos sueños abandonados los que nos recuerdan que, aunque el tiempo avance y las circunstancias cambien, siempre podemos encontrar nuevas maneras de conectar con nuestro propósito, ya sea retomando viejos anhelos o creando otros nuevos.

Porque la verdadera tragedia no radica en abandonar un sueño, sino en dejar de soñar.

Ya sabes, nunca dejes de soñar.

Leer más