Sentimientos bajo llave
Hay corazones que transitan en esta vida con una llave oculta bajo el gabán, guardando dentro de sí un mar de palabras nunca pronunciadas, lágrimas no derramadas, sonrisas apagadas incluso antes de nacer.
Son los sentimientos bajo llave que sobreviven como jardines protegidos del viento, donde las flores crecen en la oscuridad, temerosas cuando se presenta la ocasión de presentarse a la intemperie.
Son cartas escritas y jamás enviadas, melodías compuestas en silencio y que nunca nadie disfrutará.
Encerramos esos sentimientos porque muchas veces pesa más el dolor que el deseo –la necesidad– de ser comprendidos.
En algún momento, mostrar el alma fue castigado, ignorado o herido.
Entonces, aprendimos a esconderla, a vestirnos de indiferencia, a reír sin alegría y a llorar hacia nuestros adentros.
Pero nuestros corazones, incluso bajo cerrojos, late.
Late con fuerza.
Y las emociones, –aunque silenciadas– buscan fisuras por donde escapar.
Ese suspiro más largo –indiscreto–, esa mirada que tiembla, la palabra que se nos escapa cuando creíamos tenerla totalmente bajo control.
Contener los sentimientos es un arte de resistencia, doloroso.
Es construir fortalezas interiores donde nadie pueda alcanzarnos, donde el miedo no nos encuentre.
Pero desgraciadamente es una forma lenta –terrible– de olvido, una manera de alejarnos de nosotros mismos.
Hay en cada llave un anhelo secreto de ser encontrada.
Y no por cualquiera, no por unas manos apresuradas o por unas miradas distraídas.
Solamente por quien se acerque con ternura, con el respeto de quien sabe que dentro de esa puerta cerrada habita un universo vulnerable, herido, vasto, precioso.
Abrir los sentimientos casi nunca es un acto de valor inmediato.
A veces, es un susurro apenas audible, un leve temblor en la voz, una grieta diminuta en la máscara que nos protege.
A veces es el gesto de confiar en el momento justo, en la persona correcta.
Y cuando finalmente dejamos que la llave gire, que esa pesada puerta se entreabra, no todo es sencillo.
Entrar en contacto con lo que hemos escondido puede doler.
Pero también puede salvarnos.
No tenemos sentimientos perfectos ni ordenados, como humanos, sentimos miedo y amor al mismo tiempo, rabia y ternura entrelazadas, alegría salpimentada con pizcas de nostalgia.
Aún así ,los sentimientos bajo llave no pueden ser considerados un error.
Son una promesa.
La promesa de que aún existe algo en nosotros que vale la pena proteger.
Y algún día, compartir.